Por el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, siempre en nuestra memoria.

Un católico, patriota, intelectual, proteccionista y firme defensor de Asturias

Pedro Pidal había nacido en Somió (Gijón) en 1870. Hijo del polifacético y conservador Alejandro Pidal y Mon, que fuera Ministro de Fomento en el Gobierno de Cánovas del Castillo, varias veces Presidente del Congreso de los Diputados y Presidente de la Real Academia de la Lengua, entre otros cargos. A los 26 años, D. Pedro fue elegido Diputado a Cortes, por primera vez, y en 1914 fue nombrado Senador vitalicio. Cazador y alpinista infatigable, profundamente enamorado de los Picos de Europa e influenciado, sin duda, por su padre y por Roberto Frassinelli -el célebre «alemán de Corao», con quien Alejandro Pidal había cazado y escalado y a quien él mismo llama «gran compañero» en la semblanza que le hace en su obra «Picos de Europa»-, Pedro Pidal fue madurando la idea de sumar a España a las corrientes conservacionistas que irradiaban de Norteamérica tras la declaración del primer Parque Nacional del mundo, el de Yellowstone, en 1872.

Fue el 14 de junio de 1916 cuando en el Senado pronuncia su célebre «discurso en defensa de la proposición de ley para la creación de los Parques Nacionales», a los que definió como «aquellos sitios o parajes excepcionalmente pintorescos, forestales o agrestes del territorio nacional que el Estado consagra (… ) evitando de este modo con la mayor eficacia todo acto de destrucción, deterioro o desfiguración por la mano del hombre». El Marqués de Villaviciosa basó su defensa fundamentalmente en explicar lo que había visto en las visitas que había realizado a Estados Unidos, Canadá y Suiza y demostró ser un perfecto conocedor del medio natural, llegando a opinar sobre la desaparición de las especies animales que «sin ellas el paisaje no resulta completo, interesante y la naturaleza aparece mutilada». Pidal, leal compañero de caza y pensamiento naturalista del Rey Alfonso XIII, reivindicó para éste la idea de los Parques Nacionales, al sugerir crear uno en Gredos para evita la extinción de la Capra hispánica, aunque finalmente se transformó en un Coto Real. Álvaro Figueroa y Torres, Conde de Romanones, en su calidad de presidente del Consejo de Ministros, fue el encargado de la contestación, advirtiendo de las dificultades que planteaba la propuesta dada la necesaria concienciación cultural y aceptación por la población y recogiendo la idea con el compromiso de no obstaculizarla. «Conste, sin embargo, que porque el camino sea difícil no nos vamos a detener; el primer paso estará siempre dado», apostilló. La Ley fue firmada por el entonces Ministro de Fomento, Rafael Gasset y Chillida, el 7 de diciembre de aquel mismo año y ha permanecido vigente hasta 1957 en que la derogó la Ley de Montes.
Pedro Pidal, que fue el primer español que consiguió una medalla olímpica en los juegos de París de 1900 -curiosamente y dada la desorganización que imperó en los llamados Segundos Juegos de la Era Moderna, no se ha desvelado si ésta correspondía al segundo puesto en tiro con arco o en tiro a pichón- y que realizó la primera ascensión conocida a la cumbre del Naranjo de Bulnes, el día 5 de agosto de 1904, en compañía del vecino de Caín, Gregorio Pérez, «el Cainejo», falleció en el año 1941, legándonos, merced a su entusiasmo y tenacidad, las declaraciones de los dos primeros Parques Nacionales españoles, Covadonga y Ordesa. «Que si el Macizo de Peña Santa es el Olimpo, el valle del río Ara es el Paraíso», escribió en su propuesta de preámbulo al Real Decreto de 1918.
El 8 de septiembre de 1918, Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia estuvieron en Covadonga para presidir los solemnes actos de conmemoración del XII Cente­nario de la Batalla, sancionando así -con su presencia- el nacimiento del primero de los Parques Nacionales españoles. Dos hermosísimos parajes, el Mirador de la Reina
y el Mirador del Rey, perpetúan esta visita.

El espacio protegido así creado, se extiende sobre una superficie de 16.925 ha que incluye territorios de cuatro concejos asturianos (Amieva, Cangas de Onís, Onís y Cabrales) y uno leonés (Valdeón). Posee en su interior dos núcleos habitados permanentemente, el pueblo de Caín, en León y el Santuario de Covadonga, en Asturias, así como un elevado número, superior a ciento cincuenta, de habitaciones humanas de carácter estacional, conocidos con el nombre genérico de majadas y que consisten en un pequeño número de cabañas y rediles, donde suele haber algunos fresnos (Fraxinus excelsior) aislados, cuyas hojas son utilizadas como complemento en la alimentación del ganado.

Pueden descargar en formato PDF en el siguiente enlace….

Bibliografía : Víctor M. Vázquez (Incafo), E. Rico. G.R. González, P. Silva, J.López, A, Graña, J. Diego, estos últimos creadores de la desaparecida Guía del P.N. de la Montaña de Covadonga.

Todo ello en homenaje a su trabajo y por la recuperación de los valores que el Marqués de Villaviciosa representaba.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Don`t copy text!