“En el histórico Santuario de Covadonga, solar de la Reconquista y cuna de la Monarquía española, a las diez y media de la mañana del día ocho de septiembre de mil novecientos diez y ocho, el Excmo. Sr. D. Francisco Baztán y Urniza, Obispo de la Diócesis, hallándose presentes S.S. M.M. D. Alfonso XIII y Dª Victoria Eugenia; el Excmo. señor Ministro de Fomento D. Francisco Cambó; el Emmo. Cardenal Dr. D. Victoriano Guisasola, Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas; los Excmos. Dres. D. Eustaquio Hundain, D. José Miranda Álvarez, D. Ángel Regueras López y D. Ramiro Valbuena, Obispos de Orense, León, Plasencia y Auxiliar de Santiago; Alcalde e Ilma. Corporación municipal de Cangas de Onís; Excma. Diputación provincial; Excmo. Sr. Capitán General de la Región; Ilmos. Señores Gobernadores civil y militar de la provincia, Senadores y Diputa- dos a Cortes, M. I. Sr. Deán y representaciones del Excelentísimo Cabildo de Oviedo; Comisiones del Seminario Conciliar y de la Universidad; Ilmo. Señor Presidente de la Audiencia y Colegio de Abogados, hace entrega al Ilmo. Cabildo de la Real Colegiata de Covadonga, por sí y en nombre de la Junta Diocesana que preside, de las CORONAS del Niño y de la Virgen María, hechas con alhajas y dinero del pueblo asturiano, donativo que se completará en breve plazo con el tríptico que se construye, como cajas de dichas coronas, y encarece a dicho Ilmo. Cabildo la fiel custodia de tan preciadas joyas que, además del valor que representa el material de que se componen, tienen el inestimable valor de ser la expresión del sentimiento, del alma de Asturias, que en el XII Centenario de la batalla de Covadonga quiere coronar a la Virgen de sus montañas, bajo cuya sombra tutelar ha visto desenvolverse su brillantísima historia.
En testimonio de lo cual se extiende la presente acta, en el lugar y día ya citados.
Firman:
Alfonso XIII.- Victoria Eugenia.- F. Cambó.- El Duque de Santo Mauro.- El Marqués de Viana.- La Duquesa de San Carlos.- Antero Rubín.- Victoriano Guisasola, Arzobispo de Toledo.- Eustaquio, Obispo de Orense.- José, Obispo de León.- Ramiro, Obispo auxiliar de Santiago.- Ángel, Obispo de Plasencia.- Armando de las Alas Pumariño,- José González Sánchez”.
Las tropas musulmanas invadieron en los primeros años del siglo VIII el sur de la península, y en poco tiempo prosiguieron su avance hacia el norte.
Pelayo, espatario del rey visigodo Rodrigo, buscó refugio en Covadonga y desde allí incitó a un pequeño grupo astur-cántabro a rebelarse contra el dominio musulmán. Las tropas cristianas lo eligieron como jefe en el año 718, y en el 722 tuvo lugar la batalla de Covadonga. No se sabe si fue una gran disputa, como cuentan las crónicas cristianas, o una escaramuza, según las musulmanas, pero tras la batalla Pelayo fue proclamado rey de los asturianos y estableció la capital del reino en Cangas de Onís. Así se dio origen a la monarquía asturiana, trascendental en el devenir histórico de este país.
Pelayo juró sobre una cruz de madera de roble, que posteriormente fue recubierta de oro y piedras preciosas, la Cruz de la Victoria, el símbolo de Asturias, que actualmente se guarda en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo.
A su muerte, en el año 737, fue enterrado en la que hoy conocemos como la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, aunque en el siglo XIII, en tiempos de Alfonso X, el Sabio, algunos de sus restos se trasladaron a la santa cueva.
Lo sucedió en el trono su hijo Favila, que solo reinó dos años (737-739), ya que según alguna crónica murió bajo las garras de un oso. A Favila lo sucede su cuñado Alfonso I, marido de Hermesinda, hija de Pelayo.
La monarquía asturiana está ligada a la historia del cristianismo. El Lignum Crucis (ma dera de la cruz de Cristo) llegó al monasterio de Santo Toribio de Liébana bajo el rei nado de Alfonso I. El beato de Liébana, durante el reinado del rey Silo, con la ayuda del papa y de Carlomagno, defendió la divinidad de Cristo. Alfonso II es el primero en peregrinar al sepulcro de Santiago, dando inicio a la ruta jacobea. Además, construyó la Cámara Santa para albergar el Arca Santa, el Santo Sudario y otras reliquias objeto de numerosas peregrinaciones.
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