Don Pelayo, batalla de Covadonga y Rey.
Don Pelayo era un noble hijo del duque de Favila y nieto del rey Recesvinto. Debido a las intrigas palaciegas de la época en la corte del rey Witiza, éste se supone que le dió muerte o lo envió a prisión, en ese momento Pelayo temiendo al persecución del Rey, como su padre huyó a Cantabria donde tenía lugar de refugio.
Don PELAYO PEREGRINA A JERUSALÉN
Witiza, en su venganza intenta localizar y capturar a Pelayo; pero éste, no sintiéndose seguro en España peregrina a Tierra Santa en compañía de otro caballero de nombre Zeballos, según la historia de España que refleja el escolástico Padre Juan de Mariana, siglos después, en esta conocida obra.
Don PELAYO EN LA CORTE DE Don RODRIGO
De regresoa España, y muerto Witiza, Pelayo apoyó la causa de Don Rodrigo y llega a la corte en condición de espatario o guardia del rey. Llegada la batalla de Guadalete se distingue por su valor y hazañas.
Después de la derrota huyen el resto de los caballeros godos al norte de la Península y y a Francia . Don Pelayo en un principio buscó refugio en Toledo.
Traslado de las Santas Reliquias a Asturias
Urbano, arzobispo de Toledo, al ver que los musulmanes se aproximan a la ciudad, evita que las Reliquias que allí guardaban, caigan en poder de los mahometanos. Dichas Reliquias, de gran estima y valor, habían sido recogidas y traídas por los cristianos desde Jerusalén, cuando Cosroes, rey de Persia, se apoderó de aquella ciudad, y después de recoorrer con ellas el norte de África, fueron traídas a España y se hallaban en aquellas fechas en Toledo.
A dichas reliquias unió el arzobispo la vestidura entregada por la santísima Virgen de San Ildefonso, y las obras de San Isidoro, San Ildefonso y Juliano. Entre nobles y ricos ciudanos de Toledo, que acompañaron al arzobispo en su huida, hacia el norte de la península, se hallaba Don Pelayo.
Llegó la cometida en su recorrido a Asturias y buscando mayor seguridad, encontraron y ocultaron en una montaña conocida hoy día como Monsacro, a unos 10 kilómetros de Oviedo. allí permanecieron escondidas hasta el reinado del Alfonso II el Casto, quien mandó trasladarlas a Oviedo e hizo construir una iglesia dedicada a San Miguel Arcángel, conocida hoy como la Cámara Santa.
Don PELAYO, REY.
En Asturias se habían refugiado multitud de cristianos, huyendo de los árabes invasores. Nobles y plebeyos, olvidando diferencias de clase, se reunieron y decidieron aprestarse a combatir al común enemigo, sin importarles , lo desigual de la lucha que iban a emprender.
Su primer acto fue elegir un caudillo que reuniera las excepcionales cualidades que aquellas circunstancias tan graves requerían.
Todos pusieron los ojos en Pelayo, príncipe de la real sangre de los duques de Cantabria, que a la nobleza de la estirpe unía la fama de sus hazañas y, con arreglo también a las prescripciones del Fuero Juzgo, fue elegido Rey en cuya persona se anudo la monarquía gótica, aunque en situación muy precaria.
El modo de aclamar por rey en aquella época consistía en alzar al elegido sobre el pavés o un escudo. Parece que tuvo lugar este acto el año716 o 718, en Cangas de Onís o Covadonga entre cuyos lugares existe el llamado Campo de la Jura.
LA INVASIÓN DE MUZA
Al invadir los árabes España, uno de sus caudillos, Muza, vino con su expedición por Asturias, llegó a la ciudad Lucus Asturum, Santa María de Lugo, cerca de Oviedo, la tomó y arrasó, continuado a Gijón, donde dejó de wali o gobernador a un tal Munuza, retirándose el ejército musulmán una vez terminada la campaña, y dejando guarnecidos algunos lugares estratégicos, para garantizar la seguridad del terreno conquistado.
MUNUZA PIDE AUXILIO AL EMIR DE CÓRDOBA
Enterado Munuza del levantamiento de los cristianos y de la elección de Pelayo, mandó al momento emisarios dando cuenta y pidiendo auxilio al emir de Córdoba, Alahor. envió éste a su lugarteniente, Alkama, con un grueso ejército a someter a los sublevados. Alkama llevó en su compañía a don Opas, prelado de sevilla, para que le ayudase con su autoridad cerca de don Pelayo, de quien era pariente próximo, a fin de que se sometiesen él y los suyos. Y por si Munuza o algún gobernante les tenía agravios, les hicieses presente que se haría justicia y depusiesen las armas, y considerando como una locura eloponerse a los árabes invasores, pues no dudaran que el final sería desgraciado para ellos.
ALKAMA EN ASTURIAS
Alkama entró en Asturias, lo más probable por el puerto de Tarna, por donde han tenido lugar otras invasiones, conservándose aún para defender el paso dos castillos de origen romano a orillas del río Nalón, el Villamorey ( Sobrescobio), en ruinas, y el de Condado -Laviana-, restaurado y en buen estado. Siguió Alkama el curso del río Nalón y llegó a la ciudad de Lucus Asturum, destruída por Muzay de allí se dirigió al valle de Siero y Piloña y penetró en el de en el de Cangas de Onís en busca de los cristianos.
Al tener noticiaPelayo y los suyos de que venía Alkama con un poderoso ejército, algunos se atemorizaron, mas Don Pelayo levantó el ánimo de todos preparándose pa la lucha. Distribuyó sus tropas por las alturas y lugares estratégicos y él se parapetó en el Monte Auseva, donde se hallaba una cueva donde se veneraba una imagen de la Santísima Virgen.
LA CRUZ DE LA VICTORIA
Cuenta la tradición que antes de la batalla de Covadonga se le apareció en el cielo a Pelayo una cruz roja brillante y don Pelayo contruyó con aquella vista una cruz con dos palos de roble y la enarboló por estandarte durante la batalla.
Otros dicen que, como el rojo pendón de los godos hubiese desaparecido en la batalal de Guadalete, un ermitaño de vida ejemplar, que habitaba la Cueva de Santa María, puso en manos de Pelayo na cruz de roble, diciéndole : «He aquí la señal de la victoria.»
Sea cierta una cosa u otra, el hecho es que Pelayo tomó a cruz por enseña en la batalla contra los moros, y dicha cruz de roble fue luego recogida por su hijo Favila y guardada en la iglesia dedicada a la Santa Cruz, que en memoria de la batalla ganada por su padre mandó edificar en Cangas de Onís.
Más tarde dicha cruz de roble fue llevada por Alfonso III el Magno a su castillo de Gauzón -hoy Gozón- cerca de Avilés y la mandó cubrir de oro y piedras preciosas, conservándose en la actualidad tan inestimable joya en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, con el nombre de la Cruz de la Victoria.
Don OPAS y Don PELAYO
Los moros, antes de dar comienzo el combate, enviaron de embajador a don Opas para ver si con buenas razones lograba convencer a Pelayo para que desistiese de la lucha, haciéndole a dicho fin grandes halagadores promesas.
El obispo Sebastián de Salamanca, en su Cronicón, pone en labios de don Opas, dirigiéndose a Pelayo, las siguientes palabras: » Hermano: estoy seguro que trabajas inútilmente. ¿ Qué resistencia has de oponer en esta cueva, cuando toda España y sus ejércitos unidos bajo el poder de los godos, no pudieron resisitir el ímpetu de los ismaelitas ?. Escucha un consejo : retírate a gozar de los muchos bienes, que fueron tuyos, en paz con los árebes, como hacen los demás.»
La respuesta de Don PELAYO
A esto contesto don Pelayo : » No quiero amistad con los sarracenos, ni sujetarme a su imperio; porque, ¿ no sabes tú que la Iglesia de Dios se compara con la luna, que estando eclipsada vuelve a su plenitud ? confiamos, pues, en la misericordia de Dios, que de este monte que ves saldrá la salud a España. Tú y tus hermanos, con Julián, ministro de Satanás, terminásteis entregar a esas gentes el reino de los godos:pero nosotros, teniendo por abogado antes Dios Padre a nuestro Señor Jesuscristo despreciamos a esa multitud de paganos , en cuyo nombre vienes, y por la intercesión de la Madre de Dios, que es Madre de misericordia, creemos que esta reducida gente de los godos ha de crecer y aumentar tanto como semillas salen de un pequeñísimo grano de mostaza.»
Don Opas, luego de oír la contestación de Pelayo, se volvió al ejército moro y dijo : » marchad haci ala cueva y luchad, que si no es por medio de la espada, nada podremos conseguir de él.»
La batalla de Covadonga
Se encontraban allí en aquel instante, con otro día a orillas del Guadalete, dos ejércitos de dos pueblos antagónicos; dos razas distintas, dos civilizaciones dispares; dos religiones que aspiraban a difundirse por el mundo: una simbolizada por le Media Luna, y la otra por el amor y el sacrificio representada por la Cruz.
Un pueblo, una raza, una civilización, una religión que venía recorriendo triunfante el África, que había salvado el Estrecho y, en paso arrollador, intentaba terminar con el último reducto en que se había refugiado el pueblo vencido , la raza esclavizada, la civilización destruida , la religión profanada. Allí se iba a ventilar, quizá de manera definitiva, si España sería una prolongación del África, o si continuaría siendo el baluarte avanzado de la civilización cristiana.
La suerte estaba echada: bien lo sabían los cristianos y su caudillo Pelayo. De aquella batalla dependía su suerte. Escasas eran sus fuerzas y las del enemigo numerosas y bien armadas. Los cristianos se hallaban derrotados y deprimidos; los árabes victoriosos y arrogantes. Humanamente hablando el resultado de la batalla no ofrecía duda: los cristianos serían aniquilados y España quedaría para siempre bajo el dominio agareno y sometido a la raza y a la religión del falso profeta.
Pero los cristianos habían puesto su confianza no en sus reducidas fuerzas sino en la protección de la Santísima Virgen, cuyo auxilio habían impetrado y de la que nadie es desamparado. En Ella estaba colocada toda su esperanza y confiando en su ayuda dió comienzo aquella desigual y terrible lucha.
Al enterarse Alkama, por don Opas, de que no era posible arreglo alguno con Pelayo,continúa la Crónica de Sebastián diciendo que » dió ordena los honderos y saeteros para que atacasen la entrada de la cueva. Entonces se vió que las piedras mezcladas con los dardos se volvían desde la Cueva. Entonces Pelayo, al ver a los enemigos castigados por la mano vengadora de Dios, que no tiene en cuenta el número, sino que da la victoria y a quien quiere, atacó con los suyos, y al mismo tiempo los cristianos que se hallaban distribuidos por los montes y situados en lugares estratégicos, comenzaron el ataque contra los mahometanos que se hallaban en el fondo del valle, y lanzaron por las vertientes de las montañas piedras enormes y troncos de árboles, mientras otros disparaban sus arcos y sus hondas causando en los árabes gran carnicería.
Al mismo tiempo estalló en el espacio una terrible tempestad, que llenó de pavor a lso moros, los cuales, presa de gran pánico, emprendieron la huía perseguidos por lso cristianos, y fueron finalmente desbaratados en el valle de Cangas, donde tuvo lugar lo más encarnizado de la lucha.
El obispo don Opas fue hecho prisionero y Alkama muerto, en unión de muchos millares de moros que perecieron en el combate. El resto del ejército árabe emprendió la fuga hacia el territorio de Liébana; pero tampoco pudieron evadirse de la venganza del Señor, porque cuando marchaban por la cima del monte que está sobre la ribera del río Deva, cerca de la heredad de Casegadia ( en la Liébana, cerca de Potes) aconteció por juicio de la Providencia divina que, desgajándose el monte, arrojó al río de una manera admirable a los caldeos y los aplastó a todos, descubriéndose aún en aquel lugar restos de armas y huesos, cuando el río extiende su álveo por sus orillas en el invierno y revuelve sus arenas. No juzguéis que fue éste un milagro fabuloso; recordad que Aquel que sumergió en el mar Rojo a los egipcios que perseguían al pueblo de Israel,e se mismo sepultó bajo la mole inmensa de un monte a esos árabes que perseguían a la Iglesias de Dios«.
Don PELAYO ORGANIZA SU REINO
Don Pelayo, libre ya de enemigos, se dedicó a disponer todo aquello que era conveniente a la organización de aquel reino que Dios acababa de poner en sus manos y, sobre todo, a preparar un aguerrido ejército para defenderlo; porque no dudaba que el enemigo, aunque derrotado en aquel primer encuentro, no dejaría de volver a tomar la revancha con fuerzas más poderosas y era necesario prepararse para la lucha.
Se apoderó luego de Gijón, abandonada por Munuza, y comenzó a batir las guarniciones que habían dejado los árabes en algunos lugares estratégicos de Asturias.
MUERTE DE Don PELAYO
Al final le llegó la enfermedad, falleció en Cangas de Onís, donde tenía su corte, en el año 737, y fue seputado en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, próxima a Covadonga, que él había fundado. allí se unió más tarde su esposa, Gaudosia.
Bajo el reinado de Alfonso X, el Sabio, fueron trasladados los restos de ambos esposos a la Santa Cueva y colocados al lado del Altar de la Santísima Virgen. A finales del siglo XVIII, posiblemente como consecuencia de alguna reforma del sepulcro se grabó en él el siguiente epitafio:
A quí yace el santo rey D. Pelayo, elleto el año 716, que en milagrosa cueva comenzó la restauración de España. Bencidos los moros, falleció en el año 737 y le acompaña su mujer y hermana.»
Allí continúan los restos del rey don Pelayo hasta el día de hoy.