Alfonso II el Casto | Traslada la corte a Oviedo – Monarquía Asturiana
Al fallecer don Vermudo, quedó solo en el gobierno del reino don Alfonso, el hijo de Fruela y nieto de Alfonso I, que desde su niñez , por cuatro veces, fué desposeído del reino por revoltosos magnates, a pesar de los esfuerzo de los súbditos que le eran fieles.
Al hacerse cargo del trono, el naciente Estado de Asturias tenía por límites casi los mismos que tiene actualmente por provincia. El mar Cantábrico, por el norte; los montes Erbáseos por el Sur; Vasconia y Navarra, por Oriente y Galicia por Occidente.
TRASLADO DE LA CORTE A OVIEDO
El reinado de don Alfonso II va a ser decisivo para el pequeño reino asturiano. Una de de sus primeras decisiones fué trasladar la corte a Oviedo, cuya población había crecido rápidamente.
Don Alfonso se hallaba casado con doña Berta, y deseoso de una vida más pura y santa, vivió con ella castamente, por eso se le puso el sobrenombre de Casto.
No se forjó don Alfonso ilusiones acerca de la actitud de los gobernantes de Córdoba; él no estaba dispuesto a pasar por las condiciones y complacencias que con ellos habían tenido los reinados anteriores, y se preparó para toda contingencia que pudiera ocurrir, pues no dudaba que se avecinaba una lucha enconada, dados los ímpetus belicosos del emir Hisham.
INVASIÓN DEL REINO CRISTIANO
No disfrutó mucho tiempo don Alfonso de tranquilidad . En el año 792 los ejércitos musulmanes se dirigieron contra Francia, pasaron el Pirineo y llegaron con sus conquistas hasta la ciudad de Narbona, regresando victoriosos. Pero no podía por más tiempo, Hisham, la existencia el reino cristiano en la península y resolvió aniquilarlo de una vez. a tal fin preparó la expedición de verano para el 794, equipó dos ejércitos y puso al frente de ellos a los hermanos Abd al-Malik y Abd al-Karim.
Abd al-Karim se encargó de recorrer y devastar toda la zona oriental de España. El ejército más importante lo dirige Abu al-Malik, que tenia por misión destruir el reino cristiano de Asturias.
Subió hacia el norte, recorrió las casi desiertas tierras del Órbigo, remontó el curso del río Luna, atravesó el puerto de La Mesa, llega a Grado y penetra en Oviedo, que es asaltado y saqueado, llevándose el general moro un inmenso botín.
GRAN DERROTA DE LOS ÁRABES
A todo esto, el rey don Alfonso no había dado señal alguna de vida, oponiéndose al avance del ejército invasor. Marchaba éste lleno de orgullo y cargado de riquezas, para dar cuenta al emir cordobés del éxito de la expedición y del total aniquilamiento del reino cristiano. Al llegar a un lugar, que los historiadores llaman Lutos, y aunque hay distintas opiniones, parece identificarse con un caserío llamado Los Lodos, a unos kilómetros al suroeste de Grado, pues los árabes retornaban por el puerto de La Mesa, se vieron acometidos en todas direcciones por los cristianos y fué tal la sorpresa y el furor de las huestes de don Alfonso, que causaron horrible carnicería entre los árabes, desbaratándolos en tal forma, que la Crónica de Alfonso III eleva el número de muertos a setenta mil, cifra, no hay duda, exagerada, pero que revela la magnitud de la derrota, reconocida por los mismos escritores musulmanes, como Ahmed al-Razi. Los cristianos recuperaron todo el botín que los árabes llevaban como trofeo de las victorias; botín que contribuyó también a su derrota, por la dificultad de evolucionar con tanta impedimenta·
Después de esta victoria don Alfonso mandó levantar castillos en los lugares más estratégicos , a fin de defender el territorio contra nuevas invasiones, que no dudaba habrían de repetir los moros, como así ocurrió.
NUEVA EXPEDICION ARABE Y DERROTA DE LOS CRISTIANOS
El emir Hisham, deseando vengar el desastre sufrido por su ejército, que él esperaba recibir victorioso, comenzó a preparar otra expedición para el siguiente año, intentando hacer un esfuerzo decisivo. Reunió un numeroso ejército, que sólo su caballería se componía de diez mil jinetes, y lo puso al mando de Abd al-Karim, hermano del derrotado Abd alMalik, y que anteriormente había raziado la región de Alava.
Entró Abd al-Karim por la región de Astorga y al acercarse a los puertos asturianos se encontró con el ejército del rey Alfonso, que intentó cortarle el paso; pero don Alfonso fué derrotado en este primer encuentro, que tuvo lugar el viernes 18 de septiembre de 796. Don Alfonso inició una retirada, y Abd al-Karim, encontrando ya el camino libre, se internó por Asturias, robando y saqueándolo todo a su paso. En Quirós se encontró con la caballería cristiana, mandada por un magnate llamado Gundemaro, el cual fué vencido y hecho prisio· nero. Entretanto don Alfonso defendía los ac· cesos a la capital, para impedir la entrada en Oviedo, pero, acosado por la numerosa caballería musulmana, se vió obligado a emprender la retirada y refugiarse en los estrechos valles del río Nalón.
Oviedo, incapaz de defenderse ante tan numeroso ejército, fué de nuevo tomada y sa· queada. Ante lo avanzado de la estación y el temor a los rigores del invierno, Abd al-Karim resolvió emprender la retirada y volver a Córdoba.
DON ALFONSO BUSCA ALIANZA CON CARLOMAGNO
Veía don Alfonso que le iba a ser muy difícil resistir las continuadas embestidas de los ejércitos musulmanes, cada vez más numero sos, y que peligraba su pequeño reino, que, sin recibir auxilio de nadie, tenía que bastarse a sí mismo para luchar contra todo el poder de la morisma. Convencido de que al año siguiente iba a ser atacado de nuevo, trató de buscar el apoyo del emperador Carlomagno, ya que ambos podían unirse para luchar contra un común enemigo. A tal fin despachó don Alfon so una embajada, portadora de ricos presentes en caballos, armas y cautivos, y una tienda de campaña cogida a los moros, de gran riqueza y maravillosa hechura, esperando obtener la amistad del emperador francés y su eficaz ayu da en su lucha contra la morisma.
La embajada fué bien recibida y despacha da amigablemente, acordando ambas partes, sin duda, de trazar un plan de ataque y resistencia para el siguiente año.
Por suerte para don Alfonso, la temida ex pedición del 796, no llegó a realizarse, por ha ber muerto, en abril de dicho año, el fánático emir de Córdoba, Hisham. Los ejércitos mu sulmanes ya no volverán a pisar el suelo de Asturias.
Don Alfonso se entera de que Córdoba anda algo revuelta; pero, no obstante, quiere prepa rarse para todo evento, y envía, en 797, nueva embajada a Carlomagno, presidida por Fruela, que el emperador recibió en Aquisgrán, estipulándose quizá la venida de tropas france sas a España, aunque estos tratados parece originaron algunas protestas en la corte de Oviedo; pero don Alfonso quiere seguir a toda costa su política de paz y amistad con los fran ceses en la lucha con los musulmanes.
EXPEDICION CONTRA LOS ARABES
Llega el año 798, y don Alfonso al ver que no es atacado, con el ejército que tenía dispuesto para la defensa, resuelve emprender la ofensiva. Sale de Asturias, llega a la meseta castellana, se dirige hacia occidente y llega triunfante en sus correrías hasta la ciudad de Lisboa. La asalta y saquea y vuelve a su corte cargado de inmenso botín. Los emires cordobeses hacen sus ofensivas débiles y muy espaciadas, lo que aprovecha el rey asturiano para ir ensanchando sus dominios. Al fin, el emir Al-Hakam se apresta a poner un freno a las audacias de los cristianos y envía al viejo general Abd al-Karim contra ellos. Se hallaba entonces don Alfonso con su ejército en los confines de Castilla la Vieja, cerca de Miranda de Ebro. Allí se encontraron los dos ejércitos, que entablaron una lucha sangrienta y enconada por espacio de tres días, en que no acababa de decidirse la victoria, hasta que al fin, ante la superioridad del número, los cristianos se vieron obligados a emprender la retirada y refugiarse entre los desfiladeros de Pancorbo, habiendo grandes pérdidas por ambas partes. Tuvo lugar esta batalla el año 816.
EXPEDICIONES ARABES
Hasta el año 822, hubo un período de tran quilidad; pero en esa fecha sube al trono cordobés Abd al-Rahman II, que al año siguiente envía un ejército y avanza por tierras de Álava, saqueando y matando. En años sucesivos nuevos ejércitos árabes fueron enviados contra Galicia, pero fueron aniquilados por don Alfonso. Para vengar ese desastre, fuerzas musulmanas poderosas, mandadas por Ubayd AlIah el Balansi, llegaron hasta los confines de Castilla saqueando y arrasando poblados.
Sin duda por negociaciones habidas entre el emir de Córdoba y don Alfonso, se estableció una tregua, y durante doce años, se disfrutó de paz, que aprovechó don Alfonso para reorganizar el régimen interior de sus estados.
DON ALFONSO ATIENDE AL GOBIERNO DE SUS ESTADOS
La lucha frecuente que don Alfonso II tuvo que sostener con los musulmanes, no le impidió ocuparse y aprovechar el tiempo de paz para gobernar con rectitud sus dominios, dictar leyes convenientes, laborar por la mejora de las costumbres, dando esplendor a la autoridad real y distinguiéndose por su piedad y celo por la religión. ·
Engrandeció a Oviedo y la fortificó. La iglesia dedicada al Salvador, fundada por su padre Fruela y que había sido casi destruida en los reinados anteriores, la restauró con gran amplitud y magnificencia y fué consagrada el año 802, con asistencia de siete obispos, que estaban refugiados en Asturias, huyendo de la persecución de los musulmanes. Levantó, además, otra iglesia dedicada a Santa María, hoy llamada Capilla del Rey Casto, en memoria de su fundador, la cual no conserva actualmente ninguno de los rasgos de su primitivo estilo, y junto a ella un claustro para enterramiento de los reyes. Edificó otra iglesia a San Miguel, llamada hoy Cámara Santa, joya valiosísima del arte asturiano, donde se custodian muchas y ‘veneradas reliquias y con ellas las inapreciables joyas de la cruz de los Ángeles y la Cruz de la Victoria.
También edificó la iglesia dedicada a San Tirso Mártir, próxima a la del Salvador; la de Juan Bautista, donde está hoy el monasterio de San Pelayo; la de San Julián de los Prados, en las afueras de la Ciudad hoy día restaurada y que se nos ofrece casi en su primitiva traza, constituyendo un modelo de los más puros del arte romano-bizantino. Levantó un palacio para su morada y por medio de un acueducto tendido desde un monte próximo a San Lázaro, proveyó de agua a la ciudad. Para refugio de los Pobres y peregrinos construyó el hospital de San Nicolás, hoy desaparecido. Hizo valiosas donaciones para el sostenimiento de las iglesias, ofreciendo tierras, montes, molinos, ornamentos de oro y plata, libros sagrados, etc.
LA CRUZ DE LOS ANGELES
Cuenta la tradición, que deseando el Rey don Alfonso II hacer una cruz para colocar en el templo del Salvador, que acababa de edificar, había reunido a dicho fin gran cantidad de oro y plata y piedras preciosas, recogido en las incursiones realizadas por tierra de moros.
Salía un día el Rey de oír la Santa Misa y vio a dos jóvenes en traje de peregrinos, los cuales se le acercaron y le manifestaron que eran orfebres y habían tenido noticia de que deseaba construir una cruz de oro y pedrería, y venían a ofrecerse por si quería utilizar sus servicios. Aceptó el Rey muy gustoso, les pro proporcionó un aposento donde pudieran trabajar, sin que nadie les molestase, como ellos le habían pedido, y les entregó el oro y piedras preciosas para la construcción de la cruz.
Al día siguiente, preocupado el Rey porque había entregado tanta riqueza a unos extranjeros, y temeroso de ser objeto de un engaño, mandó a dos emisarios que fueran al aposen to de los orfebres y vieran lo que hacían. Llegados a la habitación llamaron y como nadie contestase, miraron por entre las puertas y vieron dentro gran resplandor, que les deslumbraba, sin que pudiesen reconocer lo que era. Volvieron espantados de aquella maravilla y dieron cuenta al Rey de ello. Fué éste con gran acompañamiento a ver la novedad; hizo abrir las puertas y vió todo el aposento iluminado por el resplandor que salía de una preciosa cruz, que apenas se dejaba ver, por que la intensidad de la luz eclipsaba la vista. Los mancebos habían desaparecido.
Dió el Rey cuenta al Obispo de aquel suceso; acudió el Prelado a verlo y luego se organizó una devota procesión, portaba el mismo Rey la cruz, la introdujo en la iglesia con mucha humildad y la colocó en el altar de el Salvador, dando todos gracias a Dios por tan maravilloso prodigio. Así cuenta la leyenda cómo tuvo lugar la construcción de esta valiosísima obra de arte, llamada Cruz de los Ángeles, por juzgar que cosa tan prodigiosa no podía ser realizada, en aquellos tiempos, por manos humanas, sino por manos angélicas. Ella es única en España, y no existe otra en el mundo que la iguale en valor y mérito artístico.
Mide la cruz unos cuarenta y seis centímetros de altura por otros tantos de ancho y dos de grueso. Tiene en el anverso 48 piedras preciosas distribuidas por los brazos, y en el re verso cuatro piedras grandes, una en cada ex tremo de los brazos y un camafeo central con un doble círculo de perlas enhebradas en hilo de oro. En cada brazo hay una inscripción en latín de dos renglones que, traducida, dice así:
Este don permanezca en honra de dios , siendo recibido agradablemente; ofrécelo el humil de siervo de Cristo Alfonso. Con esta señal el bueno es defendido; con esta señal es vencido el enemigo. Quien quiera que presumiere qui tármelo, sea muerto con rayo del cielo, sino cuando mi libre voluntad lo ofrezca. Acabóse esta obra en la Era de ochocientos veintisiete.
La Cruz de los Angeles es el blasón de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo y también constituye el Escudo de dicha ciudad.
HALLAZGO DEL CUERPO DEL APOSTOL SANTIAGO
Las continuas y crueles persecuciones levan tadas contra los cristianos por los emperadores de Roma, hizo que también España, como era provincia romana, sufriera las consecuencias y fueran inmolados en ella millares de victimas.
Huían los cristianos de un lugar a otro y con frecuencia dejaban desiertas regiones enteras. Tal ocurrió en la parte de Galicia donde se guardaba el sepulcro del apóstol Santiago, cuya memoria se perdió y no se tuvo noticia de él, ni en todo el tiempo que los godos dominaron en España. El lugar donde fué guardado fué cubierto con el tiempo de malezas, sin que nadie supiera dónde se ocultaba tan preciado tesoro.
Se hallaba de obispo en Iria Flavia, Teodomiro. Personas de crédito y autoridad comenzaron a decir que en un bosque próximo se veían muchas luces durante la noche. El santo obispo dudaba de la veracidad de tales afirmaciones, que juzgaba ilusiones, y quiso él mismo averiguar la verdad, yendo en persona al lugar señalado.
Con sus mismos ojos vió que todo el lugar resplandecía con luces. Mandó talar el bosque y haciendo excavaciones hallaron debajo de un montón de tierra una como casita de mármol y en su interior el sepulcro del apóstol Santiago.
El obispo quiso dar cuenta personalmente al rey Alfonso de lo ocurrido y partió para la corte. Enterado el rey, que era muy piadoso, de tan preciado hallazgo, manifestó una gran alegría y quiso él mismo ver los restos del apóstol, marchando con el obispo al lugar del suceso.
Mandó el rey que en aquel mismo lugar se edificase un templo en honor de Santiago y señaló rentas para el sustento de los ministros a quienes se había de confiar el culto del apóstol.
Se corrió la fama de este suceso por toda España .Y después por todo el orbe cristiano, creciendo la devoción del apóstol Santiago y dilatándose en gran manera. De Francia, iba a Italia y Alemania, venían multitud de peregrinos y eran muchos y grandes los milagros que ante el sepulcro del apóstol se obraban.
El rey Alfonso II pidió al Papa León III, que la silla episcopal de Iria fuese trasladada a Compostela, para honrar más aquel lugar, y lo enriqueció con valiosas donaciones.
Al fin, a los ochenta y cinco años de edad y cincuenta y dos de un reinado colmado de grandeza, de constante actividad y de triunfos, Alfonso II, después de haber vivido, en expresión de las Crónicas,
casta, sobria, inmacula da, piadosa y gloriosamente, amable a Dios, magnífico a los hombres, envió al cielo su espíritu.
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Oviedo la Corte
Año 842 de nuestro Señor. Así queda la Ciudad a la muerte del rey Casto y que Ramiro I desarrollará posteriormente durante su reinado. Detallado en la novela El Reino del Norte de José Javier Esparza. Recomendaba para ambientarse sobre las intrigas palaciegas en la capital del Reino Astur.